Los Autootorgamientos de los Hijos de Dios Paradisiacos

El Hijo Eterno es el eterno Verbo de Dios. El Hijo Eterno es la expresión perfecta del “primer” pensamiento absoluto e infinito de su Padre eterno. Cuando una duplicación personal o una extensión divina de este Hijo original sale en misión de autootorgamiento en forma de la encarnación mortal, se torna literalmente verdad que el divino “Verbo se hace carne”, y que el Verbo mora de este modo entre los seres humildes de origen animal.

Las Misiones Magisteriales

Antes de la aparición planetaria de un Hijo autootorgador, un mundo habitado es generalmente visitado por un Avonal Paradisiaco en misión magisterial. Si ésta es una visita magisterial inicial, el Avonal siempre se encarna como un ser material. Aparece en el planeta de asignación como varón maduro de las razas mortales, un ser plenamente visible y capaz de hacer contacto físico con las criaturas mortales de su día y generación. Durante la entera encarnación magisterial, la relación del Hijo Avonal con las fuerzas espirituales locales y universales es completa e ininterrumpida.

Las Acciones Judiciales

Los Avonales son conocidos como Hijos Magisteriales porque son los altos magistrados de los reinos, los adjudicadores de las dispensaciones sucesivas de los mundos del tiempo. Presiden el despertar de los sobrevivientes adormecidos, juzgan el reino, terminan una dispensación de justicia suspendida, ejecutan los mandatos de una edad de misericordia probatoria, vuelven a asignar las criaturas espaciales del ministerio planetario a las tareas de la nueva dispensación, y regresan a las sedes de su universo local en cuanto completan su misión.

Los Hijos Magisteriales

Cada vez que un concepto original y absoluto de un ser, formulado por el Hijo Eterno, se une con un ideal nuevo y divino de servicio amante concebido por el Espíritu Infinito, se produce un Hijo de Dios nuevo y original, un Hijo Magisterial Paradisiaco. Estos Hijos constituyen la orden de Avonales, en contradistinción con la orden de Micaeles, los Hijos Creadores. Aunque no son creadores en el sentido personal, están estrechamente asociados con los Micaeles en toda su tarea. Los Avonales son ministros y jueces planetarios, los magistrados de los reinos del tiempo y del espacio —de todas las razas, para todos los mundos, y en todos los universos.

Los Hijos de Dios Descendientes

Todos los Hijos de Dios descendentes tienen orígenes elevados y divinos. Se dedican al ministerio descendente de servicio en los mundos y sistemas del tiempo y del espacio, para facilitar allí el progreso en la ascensión hacia el Paraíso de las criaturas humildes de origen evolucionario: los hijos ascendentes de Dios. De las numerosas órdenes de Hijos descendentes, describiremos en estas narrativas siete de ellas. Aquellos Hijos que provienen de las Deidades en la Isla central de Luz y Vida se denominan los Hijos de Dios Paradisiacos y abarcan las siguientes tres órdenes:

Los Hijos de Dios Paradisiacos

EN CUANTO a su función en el superuniverso de Orvonton, los hijos de Dios se clasifican bajo tres encabezamientos generales: 

1. Los Hijos de Dios descendientes. 

2. Los Hijos de Dios ascendentes. 

3. Los Hijos de Dios trinidizados.

Confrontación con el público

 

@divinortv Confrontación con el público. Uno de los momentos destacados de la lucha estelar realizada el 6 de Octubre de 2023 en el Domo de Zinacantepec, es cuando los rudos se enojan por el ferviente apoyo de la porra de la Perra Brava hacia los técnicos, lo cual propicio todo un confrontamiento verbal que vale la pena ver #hijodelvikingo #texanojr #psychoclown #perrabrava #luchalibre #momentosdelaluchalibre #luchalibrentoluca #forumzina #luchalibreaaa ♬ sonido original - Román Terrazas

Carlos H. Magis – La lagartija

Al principio es sólo una ilusión de óptica: nos parece que la arista rugosa de una piedra rajada hubiera empezado a echar un brote. Poco después, la ilusión toma cuerpo. Es una lagartija que va sacando su carita de vieja por la grieta en sombra. El animalito vacila; los dos puntitos rojizos y brillantes de los ojos acechan, mirando atentos los alrededores. Al fin se decide; pero sale despacio, desconfiada y palpitante. Se detiene unos minutos, gozando la tibieza del sol, y la luz hace brillar su piel de seda. En la claridad se dibuja el fino perfil caprichoso de animal casi fantástico: graciosa mezcla de rana y de serpiente.

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